La sordera en el gato es un problema más frecuente de lo que podemos imaginar, ya que no sólo se produce por causas genéticas, sino que puede ser consecuencia de diversas patologías o, simplemente, de la edad.
La sordera, está ligada al gen “W”, responsable del color blanco de los gatos.
Es una leyenda aquella que une la sordera con los ojos azules, ya que, en realidad, quien porta la sordera es el gen del color blanco del pelo, no el que rige el color de los ojos.
Es por eso que podemos encontrarnos gatos blancos sordos de ojos azules, verdes, amarillos o dispares (uno de cada color) y, de la misma manera, no todos los gatos blancos son sordos, sólo aquellos que llevan esa tara ligada a su gen W.
Sin embargo, la sordera puede ser adquirida después del nacimiento, debido a otitis crónicas, problemas neurológicos, traumatismos, infecciones locales o generalizadas e, incluso, por determinados tratamientos farmacológicos.
Sin olvidarnos de la normal pérdida de audición del los gatos mayores, que ven como su capacidad auditiva va disminuyendo con la edad y, a veces, llegan a ser completamente sordos.
Es evidente que no es lo mismo plantearse la convivencia con un gato cuya sordera es de nacimiento, que con un felino cuya limitación ha sobrevenido en algún momento de su vida.
En el caso de las sorderas genéticas, los animales no “añoran” su sentido perdido; el gato no oye desde que nace y todo su organismo, el resto de sentidos, se desarrollan más para suplir la deficiencia.
Pensemos que estos animales no oyen, pero que su sentido de la audición se ve sustituido por una mayor sensibilidad táctil, con un mayor desarrollo de la capacidad visual y con un olfato muy agudo.
Muchos de estos animales, con vida parcial en el exterior, llegan a cazar con casi la misma destreza que sus congéneres dotados de toda la batería sensitiva.
En definitiva, los gatos con sordera genética pueden disfrutar de una vida prácticamente normal.
En el caso de las sorderas genéticas, los animales no “añoran” su sentido perdido; el gato no oye desde que nace y todo su organismo, el resto de sentidos, se desarrollan más para suplir la deficiencia.
Pensemos que estos animales no oyen, pero que su sentido de la audición se ve sustituido por una mayor sensibilidad táctil, con un mayor desarrollo de la capacidad visual y con un olfato muy agudo.
Muchos de estos animales, con vida parcial en el exterior, llegan a cazar con casi la misma destreza que sus congéneres dotados de toda la batería sensitiva.
En definitiva, los gatos con sordera genética pueden disfrutar de una vida prácticamente normal.
¿Pero qué sucede en los animales que no nacieron sordos, en aquellos que llegaron a la deficiencia tras largos años de disfrutar plenamente de tan fundamental sentido?
En este caso debemos distinguir dos situaciones:
Un gato joven o un gato adulto de menos de siete años de edad con una pérdida total de la capacidad auditiva, puede llegar a presentar problemas de comportamiento como estrés, miedo, fobias, etc.
Es lógico que el animal, en un cambio radical de capacidades, no se enfrente igual a las situaciones habituales. Por ejemplo, si no escucha la llegada del dueño, cuando éste le toca, se puede asustar y huir despavorido.
Con estos animales debemos tener muchísima paciencia, debemos ser conscientes continuamente de su limitación para evitarles sobresaltos innecesarios. Con un poco de interés, paciencia y cariño, el animal llegará a acostumbrarse a la nueva situación y a potenciar el resto de sentidos para cubrir el problema.
En el caso de los gatos mayores, de los gatos senior, la sordera suele llegar de forma progresiva, lo que permite una adaptación gradual del animal al problema. Incluso a veces ni el propietario es consciente de la deficiencia por el alto grado de adaptación que consiguen: son capaces de apreciar su llegada por las vibraciones de los pasos en el suelo, “saben” que se está llenando su comedero gracias a su desarrollado olfato, etc.
En estos casos, el gato no suele desarrollar alteraciones en su comportamiento, y si aparecen, suelen formar parte del conjunto de problemas debidos a la edad.
En estos casos, el gato no suele desarrollar alteraciones en su comportamiento, y si aparecen, suelen formar parte del conjunto de problemas debidos a la edad.
Independientemente de la causa de la sordera, si convivimos con un gato con esta deficiencia debemos tener en cuenta su limitación y aplicar ciertas medidas, entre las que podemos mencionar la más “lógica”: evitar que el animal salga al exterior, ya que no puede percibir determinados sonidos que le estarían avisando de algún peligro (coches, perros, etc.)
Además, debemos evitarle sobresaltos, acercándonos a ellos siempre de frente (si nos acercamos por detrás y les tocamos, podríamos provocarles un susto lógico), debemos enseñarles a comprender algunos signos sencillos con las manos (fácilmente aprenden lo que significa “ven” o “fuera” o “sube” si siempre se lo indicamos de la misma manera) y debemos entender algunas torpezas que su limitación puede traer consigo.
En compensación, con esos gatos podemos tener algunos “privilegios” que no tenemos con los gatos normales: no les asustan los ruidos, por lo que no les molestarán los petardos en fiestas o la música estridente del vecino.
Las personas que conviven con gatos sordos no manifiestan el más mínimo problema de convivencia, ya que llegan a superar la limitación con un poco de sentido común y con una pequeña dosis de cariño y paciencia.
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